Déjame que te cuente...  (reflexiones 2015)

   

Yo también estuve ahí… conformada con mi suerte, considerando que la vida es una ruleta y a cada uno le toca vivir condicionado por las circunstancias, la familia o el lugar en los que ha nacido. 

 

Imatge: dpalmaIA
Imatge: dpalmaIA

Pero que suerte tenían todas aquellas personas que iban creciendo y, no sabía yo cómo, conseguían cambiar sus vidas y liberarse de todas esas cargas que a mí me aprisionaban.

Los “tú eres mayor" "tu eres más responsable” “tú lo entiendes mejor” “tú eres más considerada” “tú eres más solidaria” “tú no puedes dejarlo todo” “tú no puedes despreocuparte” “tu tienes familia” “tú tienes compromisos” “tú no puedes ni planteártelo!” 

Todos esos “tú” los repetía mi mente aleccionada mientras mi alma se ahogaba observando como vivían, como disfrutaban, como viajaban, como se liberaban otr@s.

Durante mucho tiempo confundí la aceptación con la renuncia.

Una cosa es aceptar nuestra situación, la que sea, de manera temporal y otra muy distinta es renunciar a poder cambiarla.

Y es desde la aceptación, desde el reconocimiento, que se puede aspirar al cambio.

En el momento que fui consciente de mis circunstancias, en el momento que las acepté, supe que aquel punto donde me encontraba era exactamente el punto desde dónde podía impulsarme.

Reconocer dónde estaba me permitió decidir la dirección a seguir. Decidirla yo, no mi mente, ni sus miedos, ni sus prejuicios. 

El trabajo más difícil fue dialogar con mi mente para acordar cuando debía callarse y ponerse al servicio de mis decisiones. ¡Haylás! ¡Cómo se reveló la indomable!. ¡Con qué fuerza interfería en mis conversaciones internas! ¡Cómo puso a prueba mi determinación! Insistí mil veces que no la consideraba mi enemiga, que comprendía su ofuscación, que admiraba su fuerza y agradecía su protección y que la necesitaba como mi gran aliada en todas las oportunidades que pretendía explorar.

¿Y cómo pude transformar mi mente?

Cambiando mi mirada, siendo paciente conmigo misma, aceptando ayuda de otra personas que ya habían pasado por este camino, agradeciendo todos los aprendizajes y, sobretodo, dando voz y espacio a mi sentir.

Todos los caminos han sido ya andados por otras personas antes de nosotr@s. Y de ellas podemos aprender para evitar piedras innecesarias de tropezar. 

 

 

 

 

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