Déjame que te cuente... Reiki. Mis veintiún días de limpieza
Decidí que mal no me podían hacer unas sesiones diarias. No dejaba de ser un estado de relajación e incorporar una rutina a mi desordenada vida seria, con toda seguridad, una experiencia beneficiosa. Poner a prueba mi constancia seria también un buen reto para mí.
Te recomiendan que no las hagas tumbada para evitar el sueño. ¿Y cómo creen ustedes que las hice yo? ¡Exacto! Antes de dormir, metida en la cama, encontraba el tiempo para iniciar el ritual de imposición de manos, que no acostumbraba a ir más allá del plexo solar.
Me dije a mi misma que si no iba más allá debía ser que no lo necesitaba y con esa actitud inicié, sin saberlo, uno de los mejores y más importantes aprendizajes que debería acompañar al ser humano: no sentirse culpable por hacer o dejar de hacer, solo ser consciente y responsabilizarse de las propias decisiones. Yo escogía hacer las sesiones tumbada aceptando el riesgo de dormirme y la posibilidad de que mi aprendizaje fuera más lento. No puedo saber si lo fue o no, como no podría saberlo tampoco si lo hubiera hecho de otra manera. Esto demuestra que es imposible conocer los resultados de aquello que no se ha hecho y, por tanto, el mejor resultado para ti siempre será el que escojas.
Resulta difícil concluir si todas las sensaciones que tuve durante aquel periodo de tres semanas procedían de la energía de las sesiones o de la atención que mi mente prestaba a cualquier síntoma físico o suceso externo. Sólo puedo afirmar que pasaron cosas. No podría asegurar que antes no pasaran, sólo puedo afirmar que ahora era consciente de que existían.
Con todo, mi mente empezaba a diferenciar el miedo de la prudencia y yo, sin abandonar la precaución, conseguía evitar que el miedo limitara mis posibilidades de experienciar. Que hermosa palabra: “experienciar”.
Todo el mundo debería conocer estas técnicas desde la escuela. Existen muchas maneras de practicar la atención plena y todas ellas pueden ser beneficiosas para mejorar la concentración, el estudio y abrirnos al conocimiento de nosotros mismos. El Reiki también es eso: presencia.
Y observé que cuando intentaba centrarme en el momento presente mi díscola mente, acostumbrada a vagar entre mi pasado y mi futuro, se resistía a la calma y optaba por dormirse.
Siempre con la sensación de avanzar un paso y retroceder dos finalizaban los veintiún días, con los deberes hechos, cuando un imprevisto cambiaría mis previsiones formativas...
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