Déjame que te cuente... Reiki. Cuando el alumno está preparado llega el maestro

Recibí una llamada telefónica de una cuñada preguntando si podía hacerle un favor. Había ofrecido su casa a una amiga de Gran Canaria que necesitaba hospedaje para hacer una formación de fin de semana en Tarragona. Llegaba al día siguiente y, como una de sus hijas se había levantado con varicela, no podía acogerla. Vaya, que me preguntaba si tenía espacio en mi casa. Le dije que no había problema y al día siguiente aquella desconocida ya dormía en una de mis habitaciones.

Durante la cena se dieron las conversaciones típicas de personas que no saben nada la una de la otra. Al llegar los postres empezamos a hablar de su formación, relacionada con las constelaciones familiares, y de mis sesiones de Reiki. ¿Reiki?, me preguntó sonriente, yo soy maestra de Reiki, afirmó.

Disimulé como pude mi sorpresa explicando no sé cuántas anécdotas de mis recientes experiencias y aproveché para preguntar algunas dudas, indagando al mismo tiempo en su conocimiento.

Esa noche no dormí. Aquella frase que había oído en mis pequeñas incursiones en entornos alternativos, “cuando el alumno está preparado aparece el maestro”, daba vueltas alrededor de mi almohada. A mi razón le resultaba imposible atribuir todo aquello a la casualidad y mi debate interno duró hasta el amanecer. Con el despertar del día ya había decidido rendirme a la evidencia y ver qué pasaba.

Mientras desayunábamos juntas le expliqué mi movida noche y, sin muchas dilaciones, le pregunté si ella podría continuar formándome.  Me respondió, con una humildad inesperada, “para mí sería un honor”. ¡Un honor! Ni un sí ni un no. Sólo dijo: Sería un honor.

Acordamos los pormenores de los encuentros presenciales que debían tener lugar.

Ella aprovechó uno de sus viajes para repasar conmigo el primer nivel y facilitarme el segundo. Yo hice coincidir una escapada a las islas para recibir el último.

A distancia ella guiaba mis prácticas y afianzaba mi aprendizaje siempre con palabras de serena confianza. Elogiando mis avances y destacando potenciales que sólo ella parecía ver y que a mí me complacía creer. Al fin y al cabo, la maestra era ella ¿no?

Ahora puedo afirmar que el Reiki es una gran técnica para iniciarse en este maravilloso mundo de las energías. Sus posibilidades resultan tan sencillas como eficaces y están al alcance de cualquier persona. Como todas las técnicas, son sólo un instrumento para ayudarnos a recuperar una sensibilidad que los humanos fuimos abandonando en algún punto de nuestra desconocida historia. Como otras muchas técnicas, el Reiki nos ayuda a conectar con una parte de nosotros que espera ser redescubierta.

Con el nivel de maestría conseguí uno de mis mejores aprendizajes: cerrar ciclos. Disfruté de la satisfacción que se siente cuando se cierra un ciclo. Cerrar no quiere decir completar, quiere decir poner conciencia para saber cuándo es el momento de cerrar, de cambiar, de iniciar otra etapa. Para otr@s el cierre estará en el primer nivel, o en el segundo, sólo es una cuestión de decisión personal. Durante todo el tiempo de aprendizaje mi mente alentó sin descanso mi inconstancia para que abandonara. Algo en mi me decía que esa era mi primera gran batalla, con mi propia mente, y comprobar que podía conseguir convencerla me llevó a una pregunta inevitable: ¿Qué o quién dialogaba con mi mente? 

Ahora puedo afirmar que estas técnicas deberian formar parte de la educación escolar. Quizás esta sociedad conseguiria ayudar a los niños a aprender como gestionar sus emociones sin necesidad de medicarlos para que, como adultos, puedan afrontar esos miedos que la hipocresia invisibiliza. 

 

**Próximo: Mis primeros pasos con… el Tapping

*Anterior: Reiki. Mis veintiun días de limpieza.

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