Déjame que te cuente... Tapping. Mis primeros pasos.
El Taping (EFT) es una técnica relacionada con la digitopuntura, que consiste en tocar o dar pequeños golpecitos con los dedos en unos puntos determinados para activar canales energéticos que puedan estar bloqueados.
He de admitir que descubrí esta sencilla, pero efectiva, técnica a través de internet. Apareció un día, como tantas otras cosas en esa vasta red de información, cuando entré a internet por motivos laborales y apareció un video de publicidad. Como sucede en estos casos la pregunta ¿y esto qué es? es simultánea a la presión de mi dedo en la pantalla y al abandono de todas mis intenciones laborales para dejar paso a la curiosidad y al descubrimiento.
Allá estaba yo apartando todos los documentos de trabajo y poniendo en práctica una “rueda” de taping. ¿Te imaginas que esto funcione?, decía mi mente exploradora. He de decir que a estas alturas ya había descubierto que disponía de dos mentes: una exploradora, atrevida, curiosa y otra conservadora, analítica, protectora y prudente. Ambas muy útiles y complicadas de reconciliar. Pero hermosamente mías. Pues esa parte de mi, dispuesta a investigar, me mantuvo horas buscando información sobre ese descubrimiento que podía aplicarse cualquier persona sin necesidad de depender de otros.
Las autoterápias me fascinan por la independencia que ofrecen a todas las personas. Porque están disponibles para cualquiera sin condicionamientos económicos, ni límites de espacio o de tiempo.
Las posibilidades que ofrecía esta técnica me parecían increíbles. Tanto que me dispuse a comprobarla inmediatamente. Como no podía probar con problemas físicos, que por suerte no tenia, decidí utilizarla con intenciones. Recordé un amigo estimado que no veía hacía tiempo y que nunca me había visitado en mi nueva residencia. Hice varias ruedas y lo dejé ahí, sin volver a pensar. ¡Dos días! A los dos días llamaron a mi puerta y tras de ella estaba mi adorado amigo. Tardé largos segundos en reaccionar. No podía ser del taping, pero la coincidencia es abrumadoramente increïble, pensé.
Me puse manos a la obra para seguir comprobando, pero mi mente analítica se negaba a aceptar. Siempre encontraba argumentos racionales para desmontar cada una de las posibilidades que aparecían. Estaba claro que necesitaba alguna prueba que consiguiera convencerme sin escapatoria. Y apareció.
Yo estaba en una cafetería local, leyendo un libro, y entró una mujer que conocía de vista, por ser vecina de un pueblo cercano.
Nos saludamos sonriendo y ella preguntó si podía sentarse en mi mesa. Le dije que sí encantada y mantuvimos una conversación de cortesía hasta que derivó en explicarme sus dolencias. Tenía muchos dolores en la rodilla derecha que le impedían dormir. Caminaba con mucha dificultad ayudada de un bastón. Ya la habían infiltrado varias veces y los médicos habían concluido que tenían que operar. Ella se mostraba angustiada ante la posibilidad de una intervención. Le pregunté si había probado con alguna terapia alternativa a lo que respondió que tenía cita la semana siguiente con un fisioterapeuta que le habían recomendado.
No sé cómo salieron las palabras de mi boca, acostumbro a ser muy prudente para hablar de estos temas en según qué entornos, pero ahí me vi a mí misma explicando que había descubierto una técnica muy sencilla, que yo todavía estaba explorando, pero que costaba poco practicar, si le resonaba. Mi seguridad se desvanecía al mismo ritmo que sus ojos se iban abriendo mientras me escuchaba. Insistí en que no conocía demasiado los resultados pero que no se perdía nada con probar. Escuchó todo atentamente y nos despedimos intercambiando teléfonos y con el recordatorio de la rueda básica de Táping.
Cinco días después recibía su llamada telefónica. Su voz era alegre y emocionada. “Te llamaba para decirte que aquella misma noche pude dormir sin dolor en mi rodilla. Dos días después podía caminar sin sentir las rebrincadas de dolors. Ayer estuve paseando con mi marido por la montaña. Estoy impresionada y encantada. Quería darte las gracias”.
Mi incertidumbre dio paso a unos segundos de silencio. ¿Estás hablando del Taping?, pregunté. “Síííííííí”, respondió con euforia. “Ha sido sorprendente y quería compartirlo contigo”. ¿Y lo has hecho muchas veces?, pregunté medio incrédula todavía. “Sí, en el sofá, en los desplazamientos, paseando, sí, claro, siempre que he podido”. Noté como mi mente racional se retiraba, rendida, hecha pedazos. La lógica no tenía cabida en aquella conversación y una parte de mí sentía un inmenso agradecimiento por lo que entendí que era una prueba irrefutable que se me regalaba y que resultaba absurdo cuestionar.
Hoy día, tres años después, Maria sigue sin ningún dolor, camina sin bastón y sube escaleras. No sabría decir si su rótula sigue teniendo deficiencia física, lo desconozco. Sólo puedo afirmar que el cambio fue rápido, efectivo y real. Eso sí, estoy convencida que su constancia, su voluntad y su intencionalidad debieron ser cruciales para un resultado tan espectacular.
Próximo: Registros Akáshicos. Mis primeros pasos
**Anterior: Reiki. Cuando el alumno está preparado llega el maestro
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada